ENCUENTROENISTANBUL - (EPUB全文下载)

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ENCUENTRO EN ISTANBUL
Título Original: Encuentro En Istanbul
©1976, Carrigan, Lou
©1976, Editorial Bruguera, S.A.
Colección: La Huella 89
ISBN: 9788402036568
Generado con: QualityEbook v0.80
CAPÍTULO I
Chester Karr era lo que en actuales términos muy modernos y vulgarizados suele llamarse un ligón.
Esto es, un tipo capaz de meterse en un bolsillo a la momia de la reina Nefertiti del viejo Egipto, si se lo proponía. Él se iba a la pirámide donde estuviese la momia en cuestión, le sonreía, y ¡hala!, momia al bote.
Sin embargo, en opinión de un porcentaje muy elevado del personal de la National Aeronautic Space Administration, más conocida por NASA, Chester Karr era un tipo de lo más antipático. Tal opinión, asombro de asombros, correspondía precisamente al elemento femenino empleado en la NASA. Sorprendente. Chester Karr, que era capaz de ligar con la Estatua de la Libertad, que medía más de metro ochenta, que era atlético, elegante, y guapo a lo viril, les resultaba antipático a las mujeres empleadas en la NASA.
¿Motivos? Pues, que Chester Karr era un hombre serio, y nunca quería jaleos cuando estaba trabajando. Una cosa era el trabajo y otra cosa era… la vida privada. Así que, como Chester no quería mezclar ambas cosas, tenía fama de antipático, y de excesivamente serio.
Ser serio, a juicio del personal femenino de la NASA, consistía en no sonreír ni poner cara de idiota cuando ellas lo miraban más o menos provocativamente; como lo general es que cuando una chica mira a un hombre dejándole comprender que estaría dispuesta a dejarse invitar por él, el hombre ponga cara de tonto, y Chester Karr no hacía eso, sino que simulaba no ver aquella mirada, pues era tonto y antipático. ¡Antipatiquísimo!
Pero no. En sus ratos libres, en su vida privada, Karr era todo un ligón. Subía a su coche, se iba a Miami, se metía en cualquier discoteca o así, y ¡a ligar! Sin esfuerzo, sin proponérselo.
Por eso Chester no se sorprendió cuando la muchacha que había entrado tras él en la discoteca de Miami Beach, se le acercó.
—Hola, ¿puedo sentarme? Junto a usted.
—Le aseguro que eso no va a ocasionarme ningún trauma.
La muchacha volvió a sonreír, y se sentó junto a Chester Karr. En aquel momento, por entre el disloque de luces de colores y el estruendoso retumbar de la música, llegó el camarero, que miró interrogante a uno y a otro. Chester Karr pidió un whisky con hielo, simplemente. Y como desde luego, hacía más de diez años que había cumplido los dieciocho, y eso se veía a sim ............

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